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El Amor Gana por Santiago Ramos
Todo es igual y distinto, Bolivia, otra vez. Los aprendizajes, como de costumbre, son cercanos a la infinidad. Me doy cuenta de que realmente quiero a muchas personas de ‘El Albergue’. De regalo María nos dibujó una sonrisa en su rostro y conmovió todo lo que soy. Ella nunca sonríe. Muchas veces, -la vez pasada-, había intentado sacarle al menos una mueca de alegría, pero siempre caía derrotado por la seriedad sufrida, alejada y dura de su rostro; como si un pasado terrible la hubiera golpeado sin cesar hasta extinguir toda posibilidad de roce con lo alegre (según una versión sufrió “violencia domestica”, según otra, “sufrió un accidente de tránsito, la chocaron”. Como sea, nadie reclamó por ella. Está sola. Tiene dos hijitas que no logra reconocer pero si recordar que las tiene, por ello, la única vez que le hice memoria al respecto… lloró). Ayer, todos esos intentos malévolos de su camino para herir y matar la esperanza de sonreír, se vieron vilmente fulminados, aplastados, desterrados y burlados, ante el simple y profundo hecho de regalarme una bellísima sonrisa, al escuchar que “El Gaucho” (yo) le contaba con emoción que estabamos en un nuevo año… ¿Qué habrá pensado? ¿Por qué algo tan “insignificante” la hizo volcar tan lindo gesto?... quizá nunca sepa las respuestas a mis cientos de preguntas, pero una cosa es segura, fue el amor una vez más.
Al notar una demora atrevida para cumplir su pedido, llamó a Lucas y le hizo entender mediante un “iiaaaaa!” (Solo pronuncia “iá”, “noo” y, a veces, “pues”) que le alcance un vaso, luego lo agarró y, al servirle, tomó como si fuese cualquier voluntario de la mesa… después, posó el vaso y casi como una simple reacción involuntaria se hizo propietario de un generoso pedazo de pizza que deglutió como quien prueba un buen pedazo de asado. Fue interesante observar cómo la convicción -o mejor dicho el “estar podrido de comer líquido”- hace que un abuelito se morfe un buen pedazo de pizza al horno, sin dientes… ¡eso sí que es espíritu de lucha! Así fue como un Abuelito con ACV comió y bebió por su cuenta, riendo con nosotros de los chistes y participando activamente de la mesa. En lo personal, no encuentro otra explicación que la de un milagro increíble. El progreso del Abuelo desde que llegamos, es de pasos hercúleos. Cualquiera que hubiese visto el panorama completo (desde su llegada), llamaría a este hecho un acto Divino o, al menos, sin explicación lógica. Yo había empezado a echarme unas buenos plegarias por él. La llama revolucionaria me tiene incendiado y la fuerza de la convicción no solo se confirma sino que también se arma y fortifica ante cada situación de amenaza. Una vez más, mi razón se da cuenta de que Dios es EL elemento esencial, su presencia y ejemplo como sello, son tan completos como efectivos. La Revolución sin Cristo es ciega, manca y sorda. Sólo podrá gritar sin entender y arrastrarse lentamente creyendo que su progreso es grande, pues no ve enteramente la realidad.
compromete de manera absoluta con el presente, el futuro y lo eterno, es por eso que puede llamarse completa. No tiene sillas, somos llamados a la insatisfacción y al inconformismo. Espero, gente mía, que comprendamos que no tenemos descanso ante este compromiso, aquellos que están estudiando, mejoren la técnica, así la calidad de su acción será mayor. Los que accionan corporalmente, no pierdan el espíritu y contágienlo, es la llama más potente de toda alma. Según la Biblia “hay tiempo para todo… para la paz y la guerra, para reír y llorar…” por eso, si hay guerra, que sea por la causa del débil y el oprimido, en cualquiera de sus formas, si hay paz que sea para todos, si reímos, que sea en conjunto, y si lloramos, que sea mientras sacrificamos nuestras manos y nuestra sangre en pos de revertir la injusticia. Dios nos da la trascendencia que necesitamos, nuestra labor es ardua, debemos cambiar a mejor el presente, trayendo una muestra del Paraíso Celestial. Y debemos preparar los corazones para aquel día donde la Revolución finalmente triunfará y nos veremos las caras llenas de cicatrices por la lucha, pero llenos de alegría por la victoria obtenida. ¿Las coronas de oro?... no gracias. Prefiero el abrazo de mis hermanos junto al Comandante en Jefe, el único: Cristo |
Calle: General Agustín Saavedra, 550 (entre Cobija y Tarija, zona Centro) Santa Cruz de la Sierra, Bolivia